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La equivocada pugna salarial

Desde 2010 afirmamos que el rito anual de la “negociación salarial” que enfrenta a trabajadores y empleadores –con el Estado en la cómoda posición de “dirimidor de última instancia”, oculta los perniciosos efectos de las insaciables metas de recaudación, liberando al Estado de participar en la equitativa distribución del ingreso.

Las “Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe 1990-2016” elaborado por la OCDE, el CIAT, la CEPAL y el BID, ofrece datos detallados y comparables internacionalmente sobre las recaudaciones fiscales; muestra que Bolivia es uno de los tres países más pobres de la región pero que junto a Brasil y Argentina, lidera en el monto de recaudaciones tributarias como % del PIB, aunque tiene la menor relación entre remuneraciones y recaudaciones tributarias.

El drama es que el aumento de las recaudaciones en Bolivia, primero, está concentrada en un reducido universo de contribuyentes y, segundo, reduce directamente la capacidad de consumo de las personas. Así, entre 1990 y 2015, el universo de contribuyentes se ha duplicado; pero, sin incluir el IDH, en el mismo período la recaudación por contribuyente se incrementó 20 veces; este segmento de contribuyentes aporta la totalidad del empleo formal, que tiende a ser cada vez más escaso.

Segundo, recordemos que en las cuentas nacionales del ingreso, el PIB es la suma de la remuneración a los trabajadores (REM), del excedente bruto de las empresas (EBE), y de los impuestos (IMP). Entre el 2000 y el 2015, el EBE se ha mantenido alrededor del 50% del PIB, pero en el mismo período las recaudaciones subieron del 17% al 26,5% mientras que las REM caen del 35% al 27,6% del PIB. Es decir, en el 2000 el monto destinado a remunerar al trabajo era el doble que los tributos, pero en 2012 las recaudaciones igualan a las remuneraciones.

Como los impuestos son indirectos y se transfieren a los precios, la presión fiscal recae en los hogares, reduciendo el poder adquisitivo de los ingresos laborales; escapando al sentido común, el incremento anual de recaudaciones llegó a igualar o superar el aumento en REM, haciendo que “el aumento salarial termine en el saco fiscal”. El ingreso disponible del (auto)empleo formal está también afectado por los impuestos a los inmuebles, vehículos, transacciones financieras, contribuciones al seguro social y jubilaciones (a las que desde 2010 el Estado dejó de aportar), y las innombrables “multas por contravenciones”.

Desde el punto de vista de los productores y de los consumidores, esta realidad es una de las causas estructurales del contrabando, de la destrucción del aparato productivo y de la acelerada precarización del empleo: como los impuestos reducen el ingreso disponible (la capacidad de consumo), el consumidor final está forzado a buscar productos más baratos; la producción interna no los puede ofrecer, por lo que tiende a desaparecer frente a la competencia externa; se reducen las inversiones productivas nuevas, el empleo productivo y los ingresos laborales; en reacción, aumenta el empleo informal (e ilegal, como en el propio contrabando), acelerando el deterioro del aparato productivo. Por último, desde la perspectiva del crecimiento, al reemplazar empleo productivo por ocupaciones improductivas en la burocracia pública, la sobre-presión impositiva reduce el crecimiento –real y potencial– de la economía.

En resumen, discutir aumentos salariales en las condiciones actuales es un falso debate. Antes de hablar del crecimiento económico, de la productividad, o de los niveles de inflación, hoy, mejorar los ingresos laborales e impulsar el crecimiento sostenido de la economía, requiere una reforma impositiva estructural destinada a dar sentido a la política fiscal, y racionalidad a las recaudaciones usando los impuestos como medio para alentar la creación de empleo e ingresos.

Implica concebir, diseñar y adoptar  una política tributaria compatible con una economía para la gente, enfocada en el desarrollo a largo plazo y en la que el empleo digno y productivo sea un medio y una meta estructural. Construir esa economía es el desafío largamente pendiente.

Enrique Velazco Reckling, Ph.D., es investigador en temas de desarrollo.

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